Pero carambas soy el narrador de este pequeño pasquín distractor, retomemos. Hablaba del cartero frente a sus escritorio, el viejo se siente decepcionado y a la vez apasionado con lo que hace, orgulloso de ser un vil cartero sobreviviente en estos tiempos y decepcionado porque confiesa lo siguiente: “Hoy lo he vuelto hacer, carajo porque es inevitable, me dejo llevar por la curiosidad que me inunda, soy un asqueroso cartero que abre las cartas antes de que estas lleguen a su destinatario. Entre las reglas de un cartero; esta la que un cartero no se debe abrir las cartas, eso jamás, ¡sobre tu tumba!, es el pecado mortal, pero lo majadero y lo más raro es que siendo un viejo de 68 años, yo, no me arrepiento. Yo, habiendo trabajado casi la mayor parte de mi vida como un fiel cartero, hoy me rebusco las cartas como un perro callejero que desordena el basurero de la esquina de la calle, y ocurre todas las noches en mi escritorio, me siento a leerlas, cada una de ellas y si no entiendo una parte de la carta, las vuelvo a leer”
¿Que podrían esconder las viejas entre sus cartas que deja perturbado al viejo cartero?, que por perdón del tiempo; también él aún sigue viviendo con sus 68 años, y vive como un asqueroso cartero que se fuma todas las cartas de sus usuarias ancianas, se las fuma como un mismo cocainómano fumando un porrito, su porrito son las cartas y se las come todita, lo peor es que las viejas reciben sus cartas sin ninguna sospecha, jamás sospecharían de Tito el Cartero, así le llaman todos, “Tito el cartero”, si, es como te lo imaginas, también tiene lentes como Jaimito el cartero, claro, como no va utilizar lentes, a su edad cualquiera, y claro, para poder ver mejor al momento de violar las cartas, viejo roñoso, y también maldigo a las viejas que también chismosean sus cosas nauseabundas, les debería dar vergüenza. ¡Viejas conchudas!, ¡ah! Perdón, me descontrolo, soy el narrador.
Continuemos… Decepcionado y vanidoso Tito el cartero empieza a recordar: “Tengo ya 68 años, no es poco, carambas como pasan los años, parece que fuera ayer cuando tuve 20” dice mirando sus manos, como quien dice, los cojones mis manos están arrugadas, ya debo morir. “Aún recuerdo: fue la noche del 21 de diciembre del 2003, fue cuando abrí mi primera carta, fue cuando empecé a pudrirme como cartero, ahí rompí mi lealtad, ahí debió terminar mi oficio gastado, oficio en peligro de extinción, ¡no!, ¡ya extinguido!, ya nadie en el mundo es cartero, soy el único cojudo que toma la bicicleta, con una cartera en mi hombro lleno de cartas y el que pedalea por los vecindarios como si fueran los años cincuentas, que vergüenza. No debí continuar, pero ¿cómo no continuar?, si recuerdo ese 21 de diciembre cuando me enteré que mi esposa, mi vieja esposa me era infiel con un ingeniero agroindustrial, gracias a la carta que viole, a no ser por esa carta jamás me hubiese enterado que mi esposa se daba de puta con el tal ingeniero. Si no abría la carta; ahora mi esposa estaría con vida, pero ahora ya no vive, tampoco me engaña, la envenené mientras le preparaba un café y murió como debió morir, como puta”.
Tito el cartero había asesinado su propia esposa lola, la lolita se le solía decir en el vecindario, pero por pasarse de vieja pendeja encontró la muerte en los brazos de su propio marido el “Gran Tito el cartero”. Nadie nunca se enteró que tito el cartero la había envenenado, lo único que se sabe es que dejó una testamento escrito, no por ella, sino por el mismo Tito el cartero, se sabía la letra de su esposa, así que lo planeo todo. Cuando llegó la policía de investigación; encontró a tito llorando encima de su esposa y la carta encima de la mesa bañada con un poco de lágrimas que tito le saco de sus ojos cuando Lolita agonizaba en el piso de su cocina, parte de la carta decía: «Esposo mío, hoy me marcho, hoy me marcho a la fuerza, quise morir junto a ti, viejos juntos, tomados de la mano, pero con esa ilusión en mente hoy me despido, porque no supe defender nuestro matrimonio, la infidelidad solo merece la muerte y muero por ti…», ¡estaba claro!, no había más que decir, la Lolita se había suicidado porque había engañado a su fiel marido, Tito llegó y la encontró tendida en el piso, luego salió a la calle gritando y pidiendo ayuda y fin se acabó la historio, Tito el cartero se salió con la suya.
Ahora dice tito el cartero: “No me arrepiento, a no ser por esa carta, ella estaría viva, y no lo soportaría ver vivir un segundo más y a mi lado, lo liberé, le ayude a morir, de hecho en el testamento me dejo todos sus bienes, que incluye sus ahorros en una caja municipal que suman unos cien mil dólares y unos bienes raíces en San Pedro. ¿A quién más podría dejarle toda su herencia?, ¿a sus hermanas?, ¿a sus tías?, ¿a sus hijos, hijas?, hijos, que hijos, ¡hijos los cojones!, jamás pudimos tener hijos, la puta de mi esposa era infértil, recién me pregunto ¿porque me casé con ella?, si sabía que nunca iba concebir hijos, algo que anhelaba ayer no más cuando tenía mis 25, pero tampoco fue mala ella, la ame mucho, éramos la pareja envidiable, todavía caminábamos de la mano por el vecindario a nuestra edad y todos nos miraban alucinados, asombrados, envidiados, quizá fue esos sentimientos los que me hicieron matarla”.
Yo que soy el narrador de este cuento, de este pasquín distractor, me he quedado pequeño ante las palabras de Tito el Cartero, pero ¡qué tal maña!, yo no asesinaría a mi esposa si me fuera infiel, no tengo los huevos suficientes, ¿o sí?, lo cierto es que Tito desde ese entonces, desde esa noche del 21 de diciembre del 2003, se fuma todas las cartas del vecindario, detrás de esas cartas hay muchos secretos, las viejas que respiran sin pagar; comparten sus chismes: Las peleas entre los vecinos, los ruidos que hacen sus vecinos cuando hacen el amor, lo espeso que son sus hijos, el doctor enfermo que les mete la mano entre sus partes íntimas cuando hacen su chequeo general, las infidelidades y muchas otras cosas de menos importancia, como algunos recuerdos del pasado, ¡tú sabes!, a las viejas y viejos les gusta recordar mucho, porque lo pasado siempre fue lo mejor.
“No sé si debo continuar, me confunde reflexionar, ¡no!, al contrario debo continuar leyendo todas estas cartas, hay demasiada historias entre ellas, lo peor es que es una adicción inevitable, no existe terapia alguna para evitar mi vicio, no hay una dosis que cure mi enfermedad o mi enfermiza manía, ya no sé quién es el culpable de toda esta mi desgracia, todas mis noches son las noches de un triste renegado, un solitario, un escamoteado, un cartero absurdo del siglo 21, pero, ¿porque malgastar mis lágrimas? ¿Porque invertir mis lágrimas en un resentimiento que lo único que me produce es pena o repudio? Seguiré con mi plan, siempre hay un plan, o quizá no. Soy cartero, quiero ser escritor, siempre he querido ser escritor, pero nunca he tenido inspiración, cuando era niño yo quería ser escritor, admiraba a grandes escritores, yo quería ser como ellos algún día, nunca me di oportunidad por falta de inspiración, ¡¡la maldita inspiración!! Con todas estas cartas podré escribir muchas cosas, hay demasiado material entre estas cartas y seré un gran escritor, aunque el tiempo se me está acabando”.
Tito el cartero asesino y frustrado de ilusión, quería ser un escritor, nunca se dio la oportunidad y abrir esa carta la noche de aquel 21 de diciembre del 2003; la matanza a su esposa; verla agonizar; leer todas las cartas de las viejas adulonas de la vida; le habían abierto nuevas puertas, nunca había tenido inspiración, pero ahora tiene inspiración, había decidido escribir sobre esas cartas violadas, de esas cartas fumadas. Pobre hombre, me ha empezado a dar a pena, pero más me da lástima y al parecer al igual que el plan de asesinar a su esposa de la manera más perspicaz e inteligente, también se iba salir con la suya, iba ser un gran escritor a pesar de su gastada edad, nunca tuvo ni pudo tener hijos, pero siendo escritor iba a escribir libros, iba a tener hijos, que es lo mismo.
Dice finalmente Tito: “Todo está listo, no me importa ser el incrédulo o el cartero violador de cartas, este es el prólogo de mi próximo libro, ¿es un buen comienzo no?, tengo 68 años, soy más viejo que tú estimado lector. Gracias por leerme, ¡ah! Una cosa, por cierto soy Tito el cartero y también soy narrador de este cuento, de este pasquín distractor”.
***Fin***