20 de agosto de 2012

Una cita en el Café Bar (Mininovela)

Faltaban solo doce minutos para la una de la mañana, yo estaba en un café bar sentado en una mesilla para dos, con un vino añejo muy amargo pero dulce, había una pareja de enamorados a mi izquierda en la mesa siguiente junto a un espejo gigante que reflejaba su cita completa, que hasta parece un amor de cuatro. Del al fondo se escuchaba a un grupo de amigos tomando cervezas entre carcajadas y gritos mientras yo seguía esperando ansioso a la persona que hoy me vería en este mismo café a donde me cito gustosamente.

Hace dos semanas de ese día, fui victima del corte punzocortante de una relación, yo estaba seguro que tres meses antes de esas dos semanas creía que mi corazón era un Quijote manchándome el alma con puros racimos de flores y amor, pero después de ese día yo creí que estaba muy equivocado. Cuando Martha me termino, me sentí tranquilo y distante de los embarazos mentales y sentimentales que me pudiera producir ese final.


Pero dos días después del final de nuestra relación lo vi con el chico alto y musculoso que siempre me atendía en la bodega donde compraba tutti frutti cerca de mi casa, el llevaba vestido una guayabera de cuero negro y brillante, con la frente bien alta, alto con ojos negros claros y un peinado con el pelo apagado hacia atrás. Yo me sentí muy estupefacto al ver a mi exnovia abrazarlo poniendo ella sus pies de puntitas para alcázar su elevada mejilla y darle un beso con sus ojos cerrados de escurridiza, era injusto ver esa escena, en poquísimas palabras yo me sentía  un infructuoso celoso pero a la vez me quede muy sorprendido, porque con quien estaba allí era un antónimo de mi persona.


Me mordía mis labios sobre mi cama olvidando mi posición, posición de ser quien soy –un caballero- y quería desgarradamente ir donde ella y  violentarla contra las púas de aquellas rejas del parque donde los vi aquella noche apoyados amándose entre mis narices, tome mi almohada  blanca y grande donde acomode mi cara de frente con mi rabia y mi respiración muy agitada.


Cuando pase por el mismo parque al día siguiente los vi de nuevo, no me explico porque quise ir al lugar donde recibí dos cuchillazos sobre mi sensible corazón, esta vez ella me vio y me alcanzo mientras huía casi corriendo vergonzosamente por las veredas que adornaba aquel vergel, y me dijo:

—Puedo explicarte todo— me hablo casi agitada por mis espaldas, yo me detuve y gire a saludarla fingiendo cobardemente, olvidando lo que una noche antes deseaba hacerla.

—No puedes explicarme nada, adiós— le conteste, recupere mis instintos y me fui furioso con mis cachetes rojos y entremordiendo mi lengua por el interior de mis labios, ella ya no insistió y camine cuando rápido pude hacia mi casa, mientras caminaba quería una cajetilla de Tutti frutti pero era inútil la bodega cerca de mi casa no me espera abierta ya que el que atendía se perdía entre brazos con mi ex novia y tuve que jalarme los pelos otra vez sobre mi almohada blanca esponjosa y grande que me esperaba sobre mi lecho.

Un día después mientras escuchaba a Miranda frescamente después de un baño mí celular oscilo fuerte sobre mi cómoda y el sonido desagradable me hizo revolcar el estomago nerviosamente, era ella que me estaba llamando, entonces conteste:


 ¿Hola? 

—Siento hacerte demasiado daño, en realidad no quise pero me enamore sin darme cuenta, ¿sabes? Yo quisiera que quedemos como amigos, sé que estas mal en este momento pero no me gustaría verte así por fas me hablo rápidamente.

—Es que tú no me entiendes— conteste con la voz muy elevada.

—claro que te entiendo, se como estas—

—Que no me entiendes, ¡¡eres una regalada eso es lo que eres!! —dije por la ira que me rebalso por la mente.

—Pensé que podríamos arreglar esto, pero veo que eres un celoso deprimido. Adiós- me colgó el teléfono y quede con unas palabras incrustadas sobre mis labios, pero que me importa, me quede tranquilo, me quite el polo y me tire sobre mi cama de resortes mientras Miranda tocaba Perfecta en mi equipo de sonido.


Y fue así como me la pasaban casi todos los días, cada vez que los veía ella lo besaba poniendo sus pies de puntita y en mi mente decía –desgraciada enana-, sé que ella quería que le reclame aquella supuesta injusticia hacia mi, pero esto no duraría, ya había descubierto yo mismo quien era, un día antes de ir al café bar por la tarde se me antojo de nuevo los tutti frutis que frecuentaba comprar antes de dormir y recibí la invitación de esa persona para encontrarnos en ese café donde estaba sentado, quizás no tenga sentido pero me sentía bien así.


No sabia que en ese café bar que esta a ciento veintitrés cuadras de mi casa ponían a un pianista que toca las canciones de Beethoven a partir de la una de la mañana, sonaba muy lindo el caballero quien lo toca era un viejo barbón que los domingos vendía cigarrillos de cannabis argentinos en el rockodromo de Azucena, un bar donde suelen tocar las canciones de Maná.

Esperaba que todo salga bien esa noche porque también cite a Martha para que me viera con esa persona a quien esperaba esa noche, quería que deje de pensar que yo estaba muy celoso porque en realidad no era así.


—Hola Alee—alguien me hablo por detrás tocándome el hombro y voltee rápidamente, solo alguien abreviaba mi nombre Alex en “Alee”.

—Hola como estas, pensé que no vendrías—  le dije un poco nervioso y me saludo con beso

 ¿Me esperaste mucho?  me pregunto        

—No hay problema esperarte es un gusto— le respondí jovialmente

 ¿Buena música el del piano no crees? 

 ¿De hecho si, no me lo esperaba, deseas una copa de vino?  Le serví poco.

—Gracias, eres muy listo— me dijo sarcásticamente.

—si así parece— no me aguante una carcajada sigilosa, sabia que Martha vendría y ya me estaba arrepintiendo de lo que insinuaba hacer, lo vi por el espejo grande que estaba al lado de los enamorados  a mi izquierda por espaldas de mi pareja, ella venia directo aquí creo que había reconocido a alguien y era yo. En un momento pensé en deshacer lo que pensaba hacer y…

 ¿Me puedes dar un beso? , lo necesito— le dije a mi pareja estaba medio anestesiado por el vino

—Claro que si mi amor—me tomó con una mano mi mejilla y me dio un beso, Martha que venia hacia mí se detuvo, pero no tardo menos de cuatro segundos en quedarse parada venia hacia donde yo estaba y se acercó.

 ¿¡¡Luis!!?  Dijo ella casi gritando sorprendida, me quede hipnotizado y sonámbulo de palabras, Martha se acercó a mi y me disparo una cachetada que solo me tape la cara con las palmas de mi manos, el pianista detuvo su pieza musical y todos se callaron mirándome a mí.

-Esto no puede estar pasándome, no estoy loca- recalco Martha muy agitada y se fue casi llorando y corriendo por el piso de madera que tenia el café bar no se si por rabia o dolor. 


Luis era el que me vendía los Tutti Fruttis que tanto me gustaba y las compraba en la bodega cerca de mi casa antes de dormir,  era el mismo quien me cito esa noche aquel café bar, fue el mismo quien me dio el beso cuando se lo pedí, el mismo con quien Martha se perdía entre brazos en el parque donde los veía , fue el mismo de quien yo estaba celoso y no de Martha y fue el mismo quien se quedo conmigo aquella noche en el café bar donde me cito, mientras el pianista seguía tocando unas clementes melodías hasta el crepúsculo de ese día.




***FIN***



 
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