17 de agosto de 2014

El homicida del placer culposo

Hoy que fue domingo, quise despertar tarde, así de tarde como después del almuerzo e incluso cuando el sol ya está de bajada. No toqué el celular, lo mantuve apagado, ahora que he empezado a usar las táctiles, me tienen un poco arcaico en plena adaptación, las teclas y palabras rápidas me hacen sentir tonto, estoy perplejo de si debería seguir con teléfono a teclas o entregarme por completo a este nuevo equipo que tiene miles de aplicaciones, juegos y redes sociales. Lo cierto es hoy que no quise prenderlo, lo deje apagado, gastado de batería, porque de madrugada quede dormido con los audífonos escuchando Just Another Night de Jagger.

Apenas abrí los ojos, me di un estirón profundo hasta caer por completo en la cama y pensé: Que día tan maravilloso, sentía el cuerpo como un ramo freso de flores, incluso me pare en la cama y salte un poco como los niños regocijados, reboté como en un trampolín, me di otro estirón, un bostezo, mis ojos con lagañas y con harta hambre. Abrí la ventana de mi cuarto oscuro y recibí el día, había niños en el parque, señoras con bolsas de compras, no vi más.

Algo se me vino en mente, estuve recordando los placeres culposos que había visto entre los que me rodean, no sé porque, pero algo me decía que hoy quería hacer algo que verdaderamente me da placer culposo, como charlar solo como enloquecido, siempre me pasa y es algo natural, hablo solo hasta en la calle y la gente me mira de reojo como a un subnormal, pero no les tomo mucha importancia y sigo reclamándome a voz alta algunas cosas cotidianas.

Toda esta perorata en mi mente me decía que quería un libro, un libro que hacía mucho tiempo lo había encajado debajo de mi cama, porque mi habitación es de tres por cuatro, un pequeño hueco como una tumba unipersonal. Después de revisar algunos mensajes de Facebook y los correos electrónicos que me mandan algunas viejas amistades las cuales conocí con el tiempo en distintos lugares; recordé el libro que quería releer y no dude: Puse algo de música ‘The Cure’ y empecé la búsqueda, a desarmar el orden supuesto de mi habitación, me agache en el piso y a duras penas alcance a jalar las cajas de libros bajo mi cama, entre ellas encontré la que había extrañado, la trilogía Milenium, que por cierto muy recomendada, es la única que les recomiendo, nunca les digo a mis amigos que libros leo, son solo para mí.

Haces años me había cruzado con Oswaldo Reynoso y compre su libro solo para que me lo firmara, aprovechando su presencia y recordé aquella feria de libro que fue muy improvisa. Recordé también a un joven escritor de Lima que vendía sus propios libros, me llamo mucho la atención el título de su obra, bueno me la lleve porque costaba muy barato. Cuando empecé a leerla tenia errores de impresión, entonces me explique del porque estaba tan barata. Me había dado su dirección para hablar por internet y le conté del error de su libro, pero no fue para mucho, me gustó su relato de cuando un marido ebrio le metió el vidrio por la vagina a su mujer infiel, tiene estilo.

Me quede muy distraído revisando muchas cosas, como un calendario romántico que me dejo una exenamorada, unas cajas de cigarrillo que aún estaba buenas—la fumare más tarde—, un cuaderno de la preparatoria llena de garabatos, un anillo que lleva el nombre de una prima que me gustaba y que se la hurte cuando jugábamos en la cama, unas velas de cera, una linternita china y muchas cosas, esas cosas que vamos acumulando con el tiempo.

De pronto vi el libro que creía que contenía lo que quería releer con respecto a los placeres culposos y rápidamente me tire a la cama como un costal de papas, acomode mi cabeza sobre la almohada y busque el tema entre las cien míseras páginas que contiene ese poemario de una escritora poca conocida, que por cierto también me la firmo cuando la compré.

No encontré nada de lo que quería, me tomo como media hora releer algunas poesías de ese libro, esas ideas forzadas, extremadamente ridícula. No me gustó leerla ni releerla otra vez, pensé que si yo fuera la escritora no la publicaría, quizá me dedicaría a escribir garabatos en un blog de internet, contando mis cosas a personas desinteresadas, hasta sentí vergüenza ajena.

Se me vino a la mente: Debo quemarlo, antes que alguien más lo lea, no puede leerlo alguien más, siento que me he sacrificado por el resto de los posibles lectores, es una plaga este poemario, no pueden infectarse los demás, tenía que quemarlo esa llamada poema erótica que más parecía un folder lleno de pasquines ambulatorios, hasta compare con la poesía que había escrito un amigo en la inicial, ‘Un saludo a la bandera’ se llamaba y era perfectamente una apoteósica composición.

Me entró la duda: Si el poemario aberrante era tan mala o es que cuando me firmó esa escritora me dio mala espina, ni se volteó a saludarme, ni me preguntó cómo me llamaba, ni porque elegí comprar su poemario. Si en aquella feria improvisa y pobre había tantos libros buenos como el de Reynoso o el del joven escritor que narra como un borracho le metió una botella de vidrió a la vagina de su mujer infiel, eso es talento.

La escritora que al parecer se da de buena, este año se atrevió a lanzar otro libro en la Feria Internacional de Libro de Lima, su obra de nombre horrible, debe ser también un espantajo, muchos deben sentir vergüenza ajena también al leerlo. Supongo que para ella fue es todo un éxito, penosamente algún diario virtual se atrevió a sacarle una nota en su medio, sin embargo nadie se ha enterado solo yo y quizá sus familiares, algunos amigos o su esposo.

Lo bueno es que ni siquiera sabe quién soy, ni existo, pero en aquella feria elegí su libro de tapa morada, porque decía poesía erótica, se me vino algo de curiosidad por saber de qué trataba y fue un trauma desorbitante.

Recordando algo sobre esto, se me fue las ganas de volver a leer sobre el placer culposo, no estaba en ese libro y recién recordé que lo leí en una columna que la publican los domingos en La Republica, supongo que para confundirme tanto, debo estar tan despistado. Así de mal estoy ahora.

Confundo mucho y ni me acuerdo el contenido de algunos libros, hasta estoy resentido con la escritora. Que descarado estoy, tal vez para muchos esta bueno su poemario, pero a mí no me gustó para nada, por eso voy a quemarlo hoy en la noche, y lo voy a incinerar con la vela de cera que encontré entre mi cosas guardadas, escuchando otro tema de Jagger o The Cure, fumare mi vieja cajetilla de cigarrillos y de repente encuentro otra vez el sueño y me caiga bien un buen siesta. Por cierto mi placer culposo podría titularse hoy: El del homicida literario y claro, las canciones desconocidas de powerpop y la comida chatarra.
 
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