1 de mayo de 2014

Rof “El escritor porcino”

Esto en realidad pasó, es en serio, es diferente a cualquier historia y no hay algún modo de que esta historia no sea contado al revés, sería un delito comenzar del inicio y terminar en el fin, fin que merece la apertura, la inauguración, el champan roto sobre una hoja de papel blanco con letras en arial y algunas lágrimas perdidas entre la descomposición de los cadáveres de cada alfabeto que componen esta barbarie. Lo bueno es que al final; ella muere, asfixiada por él y él no muere junto a ella porque él fue el asesino y hay lógica, no podrían morir ambos juntos, no hay posibilidad; pero en algún momento él tuvo que morir y murió ayer por la mañana, fue una gran pérdida, un gran hombre que tampoco merecía vivir, pero ella murió primero y es lo que cuenta.

No es que Laura no fuera la mujer perfecta que cualquier hombre en su desdicha y calentura no pudiera desear, es que también pudo ser el repudio sangrante que cualquier hombre en su desdicha y calentura quisiera asesinar, Rof lo hizo, porque ella era perfecta y lo perfecto merece ser detenido en algún punto del viaje, antes que en su curso tropiece con algún obstáculo y se podría echar todo a perder.

Está lloviendo como en las películas y la toma de la cámara apunta a los labios dormidos de Laura, pálida, boca semiabierta y se nota sus dientes blancos, como las de un conejo encantador, ojos marrones sin muchas cejas. Pudo tener las cejas más horribles del mundo pero tuvo el corazón más fino que cualquier terciopelo de algún palacio virreinal. Sigue lloviendo y sigue siendo de noche, está tirada el cadáver de Laura en un jardín llenas de espigas de trigo y Rof al lado, cavando con una pala larga una fosa para enterrarla, sigue lloviendo y las hojas largas del trigo; dan un murmullo de suspenso, mientras los lentes de Rof; manchada de lodo en el morro de tierra que sale de la fosa, está cansado, de hecho es cansado hacer una fosa para enterrar a una princesa de un metro setenta y seis.

El reloj marca las ocho de la mañana, pero es a medianoche, en una casa alejada ubicada al norte de ciudad La Granja, que ¿dónde queda? no lo sé, pero existe, lo cierto es que Rof antes de conocer a Laura, ya había escrito tres novelas sobre mujeres que se enamoran de animales, y viajo hasta ese lugar para escribir su cuarta novela junto a un criadero de cerdos. Tiene la manía de jugar con el horario y el minutero del reloj; para confundirse y perderse en las horas del día, si está loco, pero es un buen hombre, por eso su reloj marcan las ocho de la mañana a medianoche y no fue poco, enterrará a la zorra de su novia.

Sigue lloviendo sin truenos ni relámpagos, aunque sería de película si ocurrieran esos fenómenos. Apenas se metió el sol al crepúsculo; y empezó la garua a caer como cae el telar de un teatro anunciado el final cortante, y así fue. Rof y Laura llevan no poco más de doce meses en la casa vieja y alejada, ambos tenían más de veinticinco y se hicieron amigos de Kim y Cristian y otros amigos que Vivian con ellos, otros amigos como Beto, Samir, Doni y muchos otros más, de hecho todos esos amigos vivían en el criadero de cerdos, de hecho todos ellos eran cerdos, cerdos con nombres humanos, pero no importa, solo Kim y Cristian serían los cerdo-protagonistas de esta historia de chanchos y humanos.

Eran chanchos que rechinaban a cada mañana en vez que la opera desafinada de algún gallo diera la bienvenida, la mañana en chillidos era el lujoso despertador que se apagaba solo con

comida, ¡ya sabes! cubetas viejas llenas de comida fermentada, y un aura de moscas chirriantes, después muchos revuelcos en el pantano, muchos, donde Rof y Laura también jugaban como cerdos.

Un poco antes de esa noche; a la tarde; Rof tomaba un café parado en la ventana de la casa alejada, y vio algo extraño a lo lejos entre el campo verde, dejo el café en junto al velador, se puso su bata negra y bajó para ver que ocurría, era como si algo se movía moviendo el rastrojo de trigo, algo que no había ocurrido desde que habían llegado allí, se movía como si un león agarrase del cogote a uno de los cerdos, o más bien como si Laura tuviera sexo con Cristian el cerdo del criadero y si, ¡Laura estaba teniendo sexo con un cerdo! suena tan imposible, es como ver a un elefante teniendo roce sexual con un ñandú o tu perro pastor alemán en encuentro casual con una serpiente.

¿Ahora ya sabes porque tuvo que morir Laura?, por infidelidad. Apenas Rof dio el último parpadeo para ver a su novia gimiendo y gozando del sexo sangriento que estaba disfrutando; el abrió los ojos como si se les estuviese saliendo y sus venas no soportaban el espesor de su hirviente sangre en el cuerpo incontrolable, fue heroico, de inmediato él se acercó y tapo la boca, la nariz de Laura hasta que se detenga el corazón y muera por asfixia, mientras miraba las partes íntimas sangrientas de ambos amantes, mientras ella daba a luz a sus ovarios destruidos y molidos, Cristian el chancho y la espuma en su boca y el pene en movimiento como resorte en sacacorchos mutilando por su parte intima a la mujer perfecta que cualquier hombre en su desdicha y calentura pudiera desear.

Hacia los primeros meses del novelista Rof y Laura en su aventura del cuarto proyecto más intenso sobre novelas extrañas, el gusto por los porcinos; no hicieron de esperarse, la bella dama, novia del joven de las letras, se enamoró de Cristian el cerdo más inteligente del cebador en la casa antigua, al norte de ciudad La Granja, las astucias humanizadas de Cristian hicieron que él se convierta en un sol intenso y Laura en el girasol radiante. Rof besó a una cerda llamada Kim, según escritor; para conocer el sentimiento que sería de ayuda vital para su entrega novelística a la cual titularía “Suspiros de fango”, fantasías que cualquier humano anormal pudiera sembrar en el fondo de su alma inquieta, curiosidad promiscua de algunos sueños de siestas en coma o desvelo, imágenes de rollo de alguna cámara antigua y fotogramas del amor más fresco que una flor recién cortada.

Rof ya votó el cuerpo mojado de su amada sobre la fosa y ella da un parpado queriendo vivir y él da el primer palado de tierra en el cuerpo blando sobre la fosa y ahora sí; ha comenzado los truenos y ha redoblado en suspenso las hojas delgadas del trigo y las espigas moviéndose con el viento, como madres moviendo sus manos dando el adiós a sus hijos soldados mientras marchan sin saber su regreso, ¿debiera morir enterrada viva Laura?, si, si, si ¡sí!, y mucho más; los cerdos Kim y Cristian también debería morir. Así el novelista cogió el hoz que guardaba en ático de la casa antigua, camino con los zapatos mojados por el pasillo hacia afuera de la casa, se dirigió al criadero de cerdos, con la saliva fría en la boca y temblando con el iris en sus ojos quietos, entro al dormitorio porcino y asesinó a Cristian el amante de su novia, y a Kim, la cerda a quien besó y era también: su cerda amada, la cerda a quien también amó a escondidas como el pecado más imprudente del autor impregnado en su propia novela.

Lo bueno es que Laura murió y Rof murió ayer por la mañana, de hecho destruyó su cuarta entrega “Suspiros de fango” y no le dio un final, solo tomó un champan con antibióticos viejos del botiquín, se quedó a mitad del final y lloró mientras moría, porque mató a sus amores, fue un gran hombre. Laura y Rof, ambos se conocieron en una librería, cuando ella compraba la

segunda novela de Rof, Rof: el escritor novelista perdido, perturbado, ganador de premios y lunático, Laura: ella anormal, zoofílica, amante enamoradiza y obsesiva de animales, y de escritores novelistas perdidos, perturbados, ganadores de premios y lunáticos, como Rof. ¿Ahora saben porque se enamoraron?, porque eran perfectos y lo perfecto debe morir, antes que el transcurso algo lo arruine y lo eche todo a perder.
 
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