Hace meses un amigo mientras hablábamos de políticos, escritores y periodistas me decía que los jóvenes hemos perdido el espíritu de insurrección, de rebeldía y no hay ideas. Tenía razón, estamos para el carajo, debemos cambiar, me decía, debemos salir a protestar para cambiar el mundo. En el fondo comprendí que no tengo tampoco ganas de cambiar el mundo, no hay necesidad, el mundo se cambia solo. Hay gente para cada cosa, gente para reclamar y otros para ver el noticiero. No sé cuál soy, creo que el que ni ve la televisión.
También he dejado de leer libros. Tengo la loca moda mental que cuando logras leer un buen libro, los próximos deben superar al anterior y lo cierto es que no ha ocurrido y no leo libros ya. Seguido de eso más me he dedicado a ver series con internet, una repentina enfermedad, dejé de desayunar para recortar costes e invertir en servicio de streaming, es decir estoy convirtiéndome en un total sedentario, inmovible, no quisiera salir de mi habitación, que se pudra el mundo afuera.
Hace días revisaba algo que escribí en el 2012 y me dio vergueza. Esos tiempos mis pocos amigos me decían no escribas cosas así, vas a terminar en isla, inhumano, antigregario, quijotesco, antisocial. No es moda pasarse de escritor apestado de la vida, no hay razón para cortarle las alas y preferir caminar antes de volar. Aun así, he seguido escribiendo solo para mí, en secreto, bordando conspiraciones locas, terquedades e instintos sin darme cuenta, sin encontrar mi sentido común, creo que para huir de la realidad.
No tengo vicios malos, ya no tengo vicios malos o no sabría diferenciar los vicios malos de los buenos, pero en el fondo presiento que no lo hay, lo digo hilarante sin animus locandi, sin máscaras, a calzón quitado, no hay vicios, ni siquiera salgo a correr, lo hago una vez al año, estoy engordando y me están creciendo las tetillas, las tetas, seré un tetón por culpa de excesivo reposo.
El hecho es que mi desorden consiste en dormirme a cualquier hora de la madrugada, despierto al mediodía y salgo almorzar después de un baño, a veces ya ni encuentro restaurante a las cuatro de la tarde y en un par de horas más se acerca la noche. En varias ocasiones mi desayuno fue la cena y me acosté asustado mirando el techo pensando qué dirían mis padres si se enteran que su hijo se levanta a las cinco de la tarde a desayunar.
Por suerte una amiga mía que es nutricionista o dice saber de nutrición me dijo que no había problema, que podría morir tranquilo sin enfermedades, pero de morir moriré tranquilo, sea ahora o cuando envejezca, me tranquiliza, al menos no contraeré enfermedades. Tengo una anatomía muy fuerte, soy un edificio de buen cemento, tanto así que me comería un kilo de piedras con dulce de leche y seguro solo me daría ganas de echarme la siesta. Sinceramente mi amiga no creo que logre pronosticar mi futuro, en verdad me está mintiendo, pero no importa, le creo disforzado, me miento también, de creer que estoy bien a pesar de a veces no comer nada y a veces comer de todo.
La decisión más difícil es ir a trabajar, no tengo trabajo, no hay empleo. Soy un hombre que no merece ni el sueldo mínimo y si un día llevo el CV sé que me van a rechazar y atino con la respuesta y me hace sentir contento que al menos me rechazan y al menos salgo a buscar trabajo. Vuelvo cansado, el cuerpo no da para más y me dejo caer en la cama con la ropa puesta y mis documentos. Me quedo dormido sobre mi desorden y despierto a las seis de la tarde bostezando con el aliento caliente y ojos lagañosos, respirando hondo como recién recibiendo el día cuando ya se termina.
Los pocos amigos se preocupan por mí y me recomiendan que me meta en proyectos grandes que tengo las cualidades, pero lo dicen por pena y lo más seguro es que mis ochenta kilos les inspira lastima. Pobre hombre en qué se ha convertido, debería buscarse una vida y la verdad tampoco me da la gana, no quiero nada por ahora, un día se me ocurrirá, entonces saldré a cambiar mi vida, pero será cuando logre recapacitar y dudo que sea mañana por la mañana, dudo que te importe mi vida y dudo que la estés pasando mejor que yo, dudo.
Se me han muerto las ansias de explorar el mundo, aunque sea viajar a Lima, viajar a otro lado a vivir por un buen tiempo en otro lugar. Me he quedado aquí y no tengo fecha de salida ni lo he pensado, no hay tiempo para cavilar fechas ni postergaciones de fechas que no existen. No hay un futuro lejano, hoy por la noche cuando despierte a buscar algo de comer antes que cierren las tiendas, no hay ni siquiera motivo alguno para dejar de pasarme horas y horas de escuchar canciones sin hacer nada, no hay razones ni siquiera para dejar de extrañar y convertir en nostalgia cualquier fin de semana, tampoco días lunes que temer. No hay.
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