10 de diciembre de 2012

El Precio de la niña virgen

ANA CARLA:


A las 12:45 pm la campana de la primaria Santa Teresa resonaba indicando la salida, todos corrían y todos gritaban Salida… Salida… los profesores quedaban parados e interrumpidos con sus clases. Yo tome mi mochila cuadrada con los 4 cuadernos color naranja que siempre llevaba y mis dos lapiceros baratos, el hambre me molestaba y el estómago zarandeaba muy caliente, con mi cara de inocente, niña bonita de 10 años siempre tímida y sonriente; Salí del aula y del colegio; sola sin amigas ni amigos mientras el calor ardía aquella tarde.

Mientras caminaba por las 12 cuadras del barrio donde vivía, los perros me ladraban desde lejos y siempre distraída miraba la gente que iba y venía, mi única amiguita Daniela jugaba en su puerta con la bicicleta de su hermano, me decía “¿Bienes más tarde para jugar?”, “Pero espérame, al terminar de almorzar volveré”, le dije y se fue pedaleando con su bicicleta más grande que su cuerpo, “No te olvides…” diciéndome. 

Mattie mi perra de raza pekinés siempre venía a alcanzarme batiendo el rabo, a una cuadra de casa atolondrada se lanzaba en mis brazos, cuando tenía 7 años podía tumbarme, pero ahora ya no, hacía calor mucho calor y el pelaje de Mattie se pegaba en mi uniforme azul marino, una falda de tela doble y blusa blanca de algodón. Mis padres decían que yo tenía el pelo más fino y lacio de toda la ciudad, siempre amarrada con una cola, tome la llave de mi puerta y ansiosa entre.

Mi casa parecía abandonada, solo un par de moscas chisporroteaban en la sala, mama siempre contestaba desde la cocina y el aroma del almuerzo se sentía hasta el alma, pero esa tarde no había nadie, solo cuando vi bien; había alguien tirado en el sofá bocabajo, con polo, un polo marrón y cabello corto, era mi tío Samir, estaba ebrio  respiraba espeso y salía un aliento fuertísimo, mi instinto hizo un gesto de asco en mi rostro y me fui al baño porque quería hacer pis.

Delante de mi espejo, después de orinar; me lave la cara y con la toalla fresca me seque y salí corriendo hacia la cocina, yo tenía hambre,  busque sobre las estufas algo de comer, había dos ollas sobre las hornillas apagadas. Mientras buscaba algún plato, cubierto y algo de refresco en la nevera; él ya me estaba mirando desde la sala, como cogía un banquito para alcanzar la olla y mientras quebraba mi cuerpo por debajo de mi falda se veía mis piernas y jamás me di cuenta. 

Él se acercaba sigiloso ebrio y obeso, despeinado con sus ojos de enfermo, yo me di cuenta cuando se había parado y apoyado en la puerta de la cocina, “¿Puedes servirme algo de comer?” me dijo y yo me asuste y ya calmada le dije “Si tío, como no, tome asiento”, solo movió la cabeza y no se fue a tomar asiento. Seguía mirándome pero no sospeche nada malo, seguía  con la cuchara y otro plato para servirle arroz con guiso de espaguetis; que mi madre había dejado, supongo que antes de salir, no sabía a donde se había ido.

Seguía con la respiración espesa y el tufo insoportable mientras almorzábamos en la mesa, “A donde se fueron tus papás…”me dijo con la voz arrastrada, “No sé” respondí, “¿puedo descansar en la habitación de tus papás?” me preguntó, estaba mareado para preguntarme eso, quede callada y se perdió mi apetito, “Anita llévame a descansar, en alguna habitación”, pregunto casi babeando y asqueroso, “Puedes ir a la habitación de visita, está abierta” le ordene y me pidió que lo llevara por favor y no podía ni moverse. Tome de sus brazos e hice lo que me pidió, lo llevé casi sufriendo, moví la manija de la puerta y se abrió.

Se paró en la puerta con la cabeza gacha y ojos cerrados en la puerta, siempre respirando espeso y me apretó la muñeca de la mano y me asuste, solo tenía 10 años, no podía controlarlo, con sus manos toscas y forzudas me tomo de la cintura, yo no podía gritar y le dije “¡Suéltame tío!” casi temblando en instantes, pero me cogió de las caderas arrugando mi camisa blanca de algodón y me llevó contra la cama, quise escapar gateando sobre la sabana y me tomo de los pies.

Sentí como nubes su aliento alcohólico en mi delicado cuerpo, empezó a besarme, manosearme impidiendo que escape, ya no tenía fuerzas, yo lloraba ahora fuerte y me tapaba la boca, cuando escuchaba sonar la hebilla de su pantalón abriéndome los muslos, mis pequeños muslos… y le decía llorando “Tío déjame por favor, por favor déjame ya… ” Llorando, Yo sentía que me quemaba, casi no respiraba y de a poco perdía el conocimiento. Ya no hacia fuerza para huir, mi cuerpo no respondía.

Si tan solo Mattie fuera humana me salvaría, solo ladraba desesperada y luego oía que aullaba y en ecos se perdía en mis oídos, ya nada tenía sonido, en momentos perdía la audición, él me mordía el hombro izquierdo, su cuerpo pesado sobre mis muslos, era tanto dolor que ya no sentía toda mis extremidades, mientras miraba un oso peluche sobre el armario junto a la ventana y segundos más tardes sonó la puerta de mi casa, alguien había venido.

Él se levantó rápidamente y por los pantalones bajados cayó sobre el piso que hasta oí como sonó el hueso de sus rodillas al chancarse, yo no podía moverme, mi boca estaba semiabierta. El quien había entrado a casa; era mi padre a quien solo escuchaba gritar, no sé qué diría, la puerta se golpeaba contra la pared y Mattie seguía ladrando, yo estaba casi inconsciente y mis lágrimas caían solas como agua en cataratas. 

Después de algunos minutos mi padre vino abrazarme, en lágrimas diciéndome “Aquí estoy hija mía, aquí estoy…” mi alma volvió y recién empecé a gritar como nunca había llorado, estaba temblando y empezaba a dolerme todo el cuerpo, me hizo sentar y como en las películas de terror vi las manos de mi padre embarrada de sangre y llena de sangre su camisa, entre lágrimas y  sufrimiento me dijo “ya lo mate hija mía, ya lo mate…”

***FIN***
 
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