20 de junio de 2015

El zombi reflexivo

Desde hace ya dos semanas estoy entrando a la cama a las seis o siete de la mañana, me levando del sofá con la cara pálida, le vejiga hinchada, el cabello crecido; voy a sentarme en el inodoro helado de invierno, me enjuago un poco la boca y respiro hondo después de consumir durante toda la jornada nocturna una dosis de series en Netflix y dejo caer mi cuerpo sobre la cama como un bebé elefante.

Es un hecho que mis horas de rutina biológica es un desastre, a veces me duermo a las siete de la noche y despierto a las tres de la mañana y vuelvo a dormirme a las once de la mañana, hasta se me olvidan la fechas.

En la universidad nos han dado unas cortas vacaciones y creo que no me gusta, quiero ir a la universidad porque me hace sentir bien, soy un hombre ocupado yendo al campus, aunque sea por las puras, pero finalmente concluyo que es mejor ir a estudiar que ver series por internet sin tener horarios fijos.

Y eso que estoy en una entidad desarrollando practicas Preprofesionales, dónde antes de las vacaciones despidieron a mi jefa de área, me dejaron solo y cuando pregunté al gerente. ¿Y ahora quien será mi jefa?, tomó un café que parecía sangre de zombi en su escritorio y me dijo.

–Tú, tú serás tú jefe mientras no haya nadie en el reemplazo- y respondió al celular que empezó a timbrar con el rington de ‘No me mires pues’ de Anahi de Cárdenas. “Que chucha” dije entre mí absorto y salí de su oficina, me fui a la mía, me senté en el escritorio, en el asiento de llantitas malogradas.

Me acordé que estaba en una entidad pública, quizá ni siquiera yo pintaba, o ni pintaba mi jefa que la despidieron. Igual y nada cambiará, sin duda; saber un poco más que algunos de mi carrera, me ha ayudado a prevalecer, a tener consideraciones, un tanto de privilegio y sigo sintiéndome bien, cuando debería ser lo contrario.
Mi amigo Julius—por ejemplo—que estudia conmigo en el mismo salón está contento con sus prácticas Preprofesionales. Una vez a las cuatro del mañana preocupado me dijo.

–Me han dejado de tarea redactar notas, tengo que terminarlo y cada vez que le presento a Conchita mi jefa que es una mierda no le gusta y me manda hacerlo de nuevo.
–Y por qué le dices Conchita—le pregunto—deberías llamarla Consuelo que es como se llama.
–No, ella me dijo que le digan Conchita, díganme Conchita, díganme Conchita dice siempre.
–Por lo que veo son muy exigentes, ya ni tienes tiempo para los amigos, encima trabajas los sábados y domingos en otro lugar. Le digo.
–Pero estoy aprendiendo, no me gusta que me presionen y Conchita me presiona mucho y por obligación tengo hacerlo.
–Deberíamos denunciarlo al ministerio de promoción de empleo. El hecho que seas practicante y tengas la cara de huevon no significa que deberían explotarte y que encima no te paguen. Le aconsejo.
–Qué te pasa a mí me gusta mis prácticas. “Metete al orto tus prácticas” le digo en mi mente y sigo pensando. Ósea este huevon se da el lujo de darse de masoquista, no le pagan y la organización en la que practica es un rincón de orine que no pinta, no era para tanto así son las Ongs, miserables que ni pagan impuesto, no importa.

No debería quejarme, soy mi jefe ahora ¿no?, yo me mando, yo me ordeno, hay café, voy una hora a firmar y a veces ni voy. Los porteros y los guachimanes se han vuelto buenas amistades conmigo, siempre me saludan por mi nombre “Buenas tardes señor Kenny”. Encima los ancianos que son mis compañeros de oficina me aplauden cada vez que les enseño a manejar los softwars, a veces me suplican que vaya al día siguiente.
Solo sé que un día ni van a llamarme estos hijos de puta, la sobrestimación me va a consumir y voy quedarme solo y desempleado, yo solo contra el mundo, como siempre, por ahora no los necesito.

Todavía estoy pensando en irme a la Patagonia a vivir en un suburbio con internet. Mi madre siempre me dice: “Hijito cuando dejes de pensar en ser un hippie maloliente vas a estar maduro y eso tarde o temprano va a pasar”. Quizá tengan razón.

–Mamá dime que voy a estar bien—le digo siempre—porque lo que dicen las madres se cumple y si no me falta lo que tengo ahora, puedo vivir por cien años más, aunque con este desorden de desayunar al medio día y cenar a las dos de la madrugada, me va a matar y ni voy a llegar a vivir más de los cincuenta.
He subido mucho de peso durante abril y mayo, ahora siento que bajo cada vez más, en realidad no sé si me importa ser delgado o foca despavorida, llego como un muerto caminante la cama, me quedo dormido en silencio y cinco horas después en silencio vuelo a despertar.
 
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