Hoy no ha sido un día de los cotidianos que tuve en estos últimos años, quizá se haya marcado un hito imaginario entre lo que era y en lo que me voy metamorfoseando. Fueron las once con treinta y baje del edificio hacia la tienda cerca a comprar, fumar un cigarrillo y sentir el aire fresco del anhelado invierno, mientras miro como las personas viven e imagino como siempre; que es lo que pasa por sus cabezas ovaladas en forma de huevo en medio de cada momento, preguntándome si también pensarán lo mismo mirándome a mi pasando por estas calles de clase media. Supongo que la variedad de pensamientos sueltos tienen algún lugar para una mente común, somos comunes los humanos y todo el tiempo desde que me entro la idea de sentirme especial, un ser eminente, una piedra, un pucho o una máquina de hierro con alma única; había sido errado desde siempre, llegue a una esquina y vi a un perro meando en los adoquines y me sentí el más vil humano de toda la existencia vital.
Ante tanta barbaridad decir eres muy humano a las personas solía sonar como insulto, todos somos superiores la puta madre, menos tú, porque sigues respirando, todas las decisiones rugen por ti y todo el efecto persistente es también causa de tu accionar, Newton y la ley de la acción reacción. Mi cerebro no soportaba ver diez películas al día durante doce meses seguidos y las navidades que es la única fecha donde extraño a mis viejos y a mi familia; por la única razón: Que tengo el alma agnóstico de flojera y me parece una buena fecha porque son las únicas donde nos reunimos. Todo lo antes mencionado del párrafo se resume que posiblemente es lo que ha durado este episodio exagerado largo y aburrido dirigida por mí.
Mientras escribía esto eran las cinco y media del día siguiente, luego de haber leído lo que siempre me gusta leer, mujeres enfadadas despechadas y hombres resentidos, no me vino el sueño, a pesar de ello supe que en cualquier momento debo irme de aquí y “Nadie me extraña”. Todo suele tener sentido y en lo paralelo a veces no logra tenerlo. Es como la religión y la ciencia, ambos coinciden en que ambos no están de acuerdo, pero finalmente concluyen en que ambos existen. Mi vida es igual: Me consta mi existencia pero no sé porque el tomar decisiones nos hace pensar que estamos equivocados, tú estás equivocado y tienes, percibes; que tienes razón. La confusión sencilla de la conclusión.
Me llega al pincho cuando un perro me ladra sin razón alguna, específicamente a mí, un estúpido can suelto entre tantos babosos me elige a mí “un huevon” para sulfurar su ira. La vida es así, siempre tenemos a un animal que enfrentar ¿no?, pienso y reflexiono, yo suelo ignorarlos y esta vez no será la excepción. Tengo que tomar una decisión por esta sed ambiciosa de huida y también será el ignorar prorrumpido de mi interior, del Kenny que nació a inicios de los noventas, cuando estaba mal de la cabeza a los cinco años y jure a mis hermanos que el Chavo del Ocho me hizo hola con su mano a través de la pantalla de blanco y negro y jamás me creyeron, así con el rostro Down y en medio de tanta inocencia recordada, entre mi mente desesperada pensare en mi decisión, después de la consecuencia de haberlo decidido.
Nunca me gustó admirar a nadie, pero mientras se acababa mi cigarrillo anoche admiré a todos, me rebaje tanto que los miré desde aquí abajo y pensé: Que miserable pasmo ante tanta fragancia humana, tanta gente, tantos animales, tantas plantas y siento que todos me aplastan, soy menos, no soy especial, no soy un ser eminente, una piedra, un pucho o una máquina de hierro, soy humano, di un suspiro tirado en el pasto del parque y entendí del porque no es así, el perro que meaba en los adoquines sabía lo que hacía y yo no sabía ni siquiera que ya me había meado sin tomar una decisión.