21 de diciembre de 2014

Nací para huir

Tengo que huir pronto, mis pies no se quieren quedar tranquilos, ya he alcanzado el máximo al nivel de soportar pisar las brasas y tengo que huir porque todo empieza a ser empalagoso. Huir es lo que siempre pienso cada vez que se avecina fin de año, esos fines de año cuando todos poco a poco dan la pausa y un corto adiós para un pronto rencuentro, cuando los pasillos de los buses y aviones suenan triste como una melodía de Carla Bruni.

Este año que por fin ya va terminar, me fue mal, nada especial y como es de nada especial hay que reciclar el desperdicio, la bazofia acumulada, todo por donde más me gusta, el inodoro, el inodoro cualquiera, sea el mío o el ajeno, todos los inodoros comen mierda felizmente y sin quejarse. Ahora que empiezo a quejarme, de seguro voy a empezar a empacar algunos trapos, seleccionar algunas canciones en el Smartphone para el camino, el camino que ni sé a dónde me va llevar.

Por cierto ya le di la mala noticia a mis padres que este año no estaré en casa para la navidad, sin duda la casa siempre esta alegre y melancólica a la misma vez, regocijo y llanto, como siempre fue, una sala gris con harto chocolate en aroma por la ventana, panetones y champaña o cerveza en exceso, la cena completa y mi padre dando el discurso entre la familia, con algunos ausentes que causan llanto, supongo que será aún más afligido este año, ahora que no voy para el veinticuatro por la noche.

Tengo planeado visitar a mis padres, casa y a mi habitación de secundaria el último día de este año, tiene estilo tener que empezar desde ahí, todo de nuevo, es decir casi un nuevo intento, hemos hecho un intento fallido este año. De repente me subiré alguna minivan hacia Arequipa de noche, llegar a Yauca, tomar un desayuno frio oyendo alguna canción y luego llegare a casa después del largo viaje.

Cuando al fin sea enero, podré decir nuevamente vamos al intento, esta vez hagámoslo bien, que no me roben en enero ni en febrero como este año, sino que me roben después, cuando vuelva a Ica airoso de haber cruzado las vacaciones y no sé a dónde voy a ir a parar. Quizá deje el país por un tiempo, es hora creo, estoy empezando a creer, es hora de huir de la huida cotidiana que he estado haciendo estos últimos años.

Llegar a cualquier escondrijo o rinconcillo del país, me recuerda que sigo en el país y no me estoy sorprendiendo, algo debe sorprenderme, calmar mi gusto antojadizo de llegar más allá de lo común, mi alma hipsteriana sin límite, huir del calor de Ica, encontrar una cama ajena y fría, con ventana y lluvia, con mucha jungla y animales por doquier.

Me pregunto del amor y me respondo nada especial, quizá viaje con alguien que me acompañe, sin duda sirve de muro contra la soledad, ese temor al vacío, mi claustrofobia vigente, mi cruz pesada sobre el hombro.

Infelizmente llego a duras penas a fin de año, con mucho sueño, más pesado con algunos kilos demás, barrigón como una foca, ahora con la barba más poblada y brusca. De hecho no le temo a la vejez, pero la paciencia se me va como un reloj de arena, no lo puedo detener, me siento en el sofá y empiezo lentamente a rascarme la cabeza con el corazón sensible y una que otra sonrisa, sonrisas de esas que hacen los hipócritas.

Estoy pensando obsesivamente en huir de una vez, nacimos para huir pienso, pienso y me pregunto si se llama cobardía, si lo fuera; yo sería el mayor cobarde del mundo, con el único pretexto de que se te pueden cerrar las puertas y abrirse en simultaneo muchas puertas más.

Si presagiaría lo que puede pasar los próximo tres meses, de seguro visitare algunos lugares como parte de mi búsqueda inalcanzable de mi lugar donde muera, mi última morada, un lugar sin nombre donde me toque vivir lo que queda por vivir, de hecho lo estoy haciendo hace mucho tiempo y no encuentro. Seguro conoceré nuevas personas, me encontrare con algunas que ya conozco y me invitarán un café caliente, me llevarán a su casa o de repente se apiadaran de mi algunos desconocidos y me alojarán como buenos cristianos. Lo cierto es que no voy a dejar de escribir ni de comer, cargare más mi copa de trago con más alcohol y seguiré viajando para volver y tener que retornar al mismo agujero que felizmente en el dos mil dieciséis dejaré.
 
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