Ya los periodistas en los canales de televisión estaban en pequeños cuadritos sobre la pantalla de la Tv, unos desde Arica, Lima, Santiago, Tacna y otros hasta desde la misma Holanda, yo despertando a duras penas y a luchar contra la prensa que atolondra y despierta una incontrolable impaciencia en casa.
Mi madre una neta nacionalista, está al tanto de todas las cosas a detalle que tenga algo que ver con Chile, ella nació para ser antichilena y si de morir se tratara; de seguro lo aria en una guerra con Chile. Yo no me la imagino en un enfrentamiento, con esos gestos gruñones y sus manos de furia aplastando a todo aquel que tenga que ver con Chile y en cierto modo no me opongo a su sano desasosiego, yo en lo personal no odio a los chilenos, supongo que hasta el momento no vi a uno en persona o no traté con un chileno o chilena y dudo que me caigan mal, no creo que sean tan malos como los imagina mi madre, supongo que esa sea la cuestión por el que ni me acuerdo de Chile.
Pero el problema grave que me irritó inevitablemente ayer fue el ansiado fallo de La Haya. El nacionalismo en mi casa es un oxigeno indesligable que no se puede expulsar ni a punta de ambientadores ni a chorros en fumigaciones, ese calor blanquirojo; ha hecho de mi casa un cuartel de cachacos patriotas y de hecho que sean patriotas no es problema, sino que: Hace años murió mi abuela, eso afectó a mi madre psicológicamente, con el paso de la edad no iba a soportar más emociones indeseables. Ella desde entonces debió ser tolerante a las cosas que no le causen daños sentimentales, pero el pasar del tiempo tuvo que sumar otro golpe más para intentar ajarla, mi padre murió, otra desgracia sentimental para mí y para ella, y no sé porque murió, si por accidente o enfermedad o por el nacionalismo de mi madre, lo dudo, lo dudo.
Ahí empieza mi dura batalla contra la prensa y en especial contra el diario La Razón y sus titulares díscolos, provocadores, turbulentos, a veces pienso que el director de ese medio es un tipo que se parece a mi madre, suerte que mi madre no tenga una editorial, de seguro armaría toda una colección de pasquines con alegatos para una próxima guerra con Chile.
Por mi madre aprendí sobre las guerras y batallas del Perú: La del dos de mayo, la guerra con España, la del Cenepa con Ecuador y la del año 79 con Chile, sobre todo con la de Chile, fue como una trauma intelectual, sé más de historia y sé todo de Chile que tenga que ver con el Perú y todo solo por mi madre. Ella no es fujimorista como los de La Razón—que por cierto no tienen nada de razón—ni de cualquier otro partido izquierdo ni derecho, es que no es política, es simplemente resumida en una palabra: “antichilena” y si el término “chileno” fuera una raza, sin duda ella se declararía racistas, que a dios gracias no lo es.
Los partidos de futbol se convierten en su pequeño juego de guerra donde la pelota son las armas letales y los goles las victorias, ¿Pero qué victorias podríamos contar nosotros?, si el Perú ganara los partidos de futbol; yo estaría feliz hasta por los codos y de seguro toda mi familia chiflada también lo estaría, ella estaría entretenida con esas victorias peruanas en la cancha y de seguro mejoraría sus salud psicológica, ya no sufriría de la presión alta, a lo mejor sanaría con el tiempo y dejaríamos de contratar a su psiquiatra personal, ahorraríamos los gastos con las pastillas Alprazolam y las otras pastillas verdes y redondas que se toma a diario de un frasco—que no se ni como se llaman por mi fobia maniaca a los medicamentos—de seguro todo sería tan diferente, solo si los futboleros peruanos le ganarían a los chilenos, sería una victoria sana.
Todos los días me cae la responsabilidad de tener que cuidar y que nada infiltrado chileno llegue a manos de mi madre, nada, como los productos de Tottus, Saga, Inkafarma y todo lo que tenga que ver con Chile. Es una dura tarea batallar con el señor que vende periódicos en el vecindario, que a veces por querer vender lanza un ejemplar de La Razón por la ventana de la casa y cae justo en la habitación de mi madre y todo empezó de con la huida de Fujimori del Perú a finales los 90’s y su retorno a Chile, ¡chinito a Chile tenías que volver!, ¡porqué chinito!, luego todo el caso del pedido de la extradición y el traslado del chino a las fronteras, luego a las celdas peruanas, desde entonces el pasquín de La Razón netamente fujimorista emprendió su inclinación resentida, rencorosa y quejosa contra Chile, todo porque Chile entregó a Fujimori y ahora escribe cartitas desde la prisión, ¿Tenía que suceder eso?.
Desde entonces mi madre obsesivamente se esgrimió a este panfleto, porque los titulares se llenaban de términos como: ‘Armas letales’, ‘misiles’, ‘embajadores’, ‘cancilleres’, ‘generales’, ‘amenazas’, ‘fuerzas armadas’, etcétera, etcétera, son ahora parte del léxico y vocabulario de mi madre tan antichilena.
Hoy tuve que despertar a crudas horas y eso que es vacaciones, para cuidarla de la prensa nacional y toda su transmisión desde la Corte Internacional de Justicia de la Haya, esto desde el 2008 y los alegatos peruanos y chilenos, fue como una fiebre a lloviznas que caía del cielo y era imposible tener que engañar a mi madre cada año y hasta ahora y decirle que: “No pasa nada madre, ahora sí ganaremos el próximo clásico Perú-Chile en algún partido aunque sea amistoso”, pero no pude, ella sabía la existencia de La Haya y un fallo de la controversia marítima, eso era mucho más importante ahora para ella, que el partido de futbol de los futbolistas fracasados del Perú o que cualquier otra cosa, no le importaba ni sus pastillas ni su presión alta.
La haya se había convertido en una esperanza de alivio. Si el fallo era a nuestro favor, era un suspiro o una tregua a su larga batalla. De todo esto; me contagió su angustia de esperar a La Haya y su resolución decisiva, yo también la estuve esperando con angustia, quería que gane el Perú y que pierda Chile, no por mí, por mi madre y su fulgor y su aura nacionalista. Por eso ayer a las nueve de la mañana tuve que desayunar temprano con el desvelo de la noche anterior, sentarme con ella a ver cualquier canal que transmita el fallo del Juez Peter Tomka y yo tenía que traducirle en buen cristiano a mi madre toda la sentencia emitida, siempre precavida de no sobrepasarme en algún aspecto, de alguna manera tenía que decirle que el Perú estaba ganando en todo momento y siempre tratándo de calmarla en algunas frases que decía que el chile tenía la razón en su alegato. ¡¡Chile no tenía que tener la razón!, de ninguna manera!, esa frase podría matarla a mi madre, no lo permitiría, hasta que finalmente ni yo misma logre entender la fase final del fallo, no sabía si habíamos ganado o perdido y ella que me preguntaba con esas manías antichilenas, “¡Dime que ganamos!, ¡dime que perdió Chile!, ¡Chile perdió ¿NO?!, ¡contesta!”.
Rápidamente abrí internet consulte rápidamente en Google y ahí se acaba todo: habíamos ganado de alguna manera, no me importa las líneas equidistantes, los hitos de la frontera, triángulos externos ni las doscientas millas, un carajo todo, habíamos ganado aunque sea un gramo de mar más para el Perú que para Chile. Era una victoria y mi madre sonrió, sonrisa que desde hace mucho tiempo no lo tenía, no habían sonreído tanto así con ese regocijo patriota que casi canta el himno nacional, ese era un suspiro para mí y en todo momento cuidando la emoción que podría subirle la presión de tanta alegría, tuve que graduar la información diciéndole cosas como: No logramos recuperar las doscientas millas, solo las ochenta y si veía que sus ojos se
aturdían entonces tenía que decirles que miles de peruanos estaban cantando el himno nacional del Perú en la plaza San Martin y eso felizmente la tranquilizaba.
En fin, fue un largo día, un hecho histórico para mi madre y un hecho tranquilizante para mí y el trauma patriota que se heredó en casa. Más tarde tuve que descansar, y ya más tarde mi madre volvía a empezar con sus nuevos alegatos antichilenos: “¡Oye ¿cómo es eso que los chilenos se quedaron con la anchoveta y nosotros con los tiburones a?!”. Hay madre, madre hay madre.
1 de febrero de 2014
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