en charcos de
piedras, de punta,
debajo un infierno,
que siempre existió.
Que hasta aquí han llegado
los cantos que vienen
brotados
entre sombras de un
viejo buró.
Perdimos el vuelo,
que enrumba,
a los mares, aéreos,
arriba de un barco
de roble que no se
hundió.
Que no nos han dado,
un tiempo en retoño
ni un vaso con agua
para respirar.
Callaron las letras,
que ardieron,
en brazas, cuando
sazonaba
recetas taladas en
bosques de amor.
Que he sacrificado mi
ciclope interno
en tus cuentos muy
raros y no funciono .
Cayeron escamas de
ángeles negros
perdidos en valles de
aguas saladas
que ayer me endulzo.
Que el cielo ha
borrado las letras de nube
que cuando me amabas
llovían pasión .
Que el tiempo ha
pasado
y ya me has amado y
yo te amado
y dejamos de amar.
El último verso que
suene en mi trova
en suspenso y muy
cerca a tu oído será: “El adiós”.