Ayer el viejo Barbas que es inquilino de la Godofreda que es la dueña de la casa donde vivo; estaba recitando una copla de las noches pajeras, solitarias, pero más sucio el Viejo Barbas; quiere robar la rosita de la Godofreda, la sueña, la aclama húmedo y sediento, uno de estos días la va violar-eso si no lo desaloja- ¡Uy! para fumando porongos en la habitación 23, por poronguero jalón; hace un mes los tombitos se lo llevaron entre jalones, a galopas y gritos, bruscos insultos que rechinan en los pasadizos y al día siguiente volvió cantando malagueña, pero ya no es noticia, no es la primera vez, El Viejo Barbas así como lo ven Canoso, gordo, agarrado con los ojos hundidos, como chino malogrado o ajo con azúcar y ojos más rojos que desvelado; es buena gente, se cree médico y sale todos los días a las siete de la mañana vestido de doc. Con unos zapatos blancos y el pelo bien peinando, pegado y brillante, toma su quinua donde la Margarita en el paradero y sabe Dios donde se pasea todo el día este ángel gordo y pajero, uno de estos días lo voy a seguir y voy a descalatear su secreto.
Voy
llegando al cruce de la calle Paramo Sainz, ¡hay… Paramo Sainz! en esa esquina
las putas recitan poemas que entre álgidas palabras seducen las sirenas y toman
la debilidad masculina por un poco de dinero, esto parece mercado con todo tipo
de carne y el carnicero—que son los dueños de la calle-ofrecen carne te do tipo
como de pescado fino, carne de ternera, de vaca vieja, de mula, burro, chancho,
de viejas de tiernas, de locas, delgadas, travestis, etcétera, más tarde va
oler a limón, a restos de mercado con cebollas y tomate en-moscado, ya me
conocen los del barrio La Tablada—así se llama este sitio— siempre me dicen oye
Cuñao tomate un polvito pues causa, veinte Luquitas y ocho la chupada, pero soy
asquiento a consumir cuerpo vendido, resbaladizo, maloliente, además no soy
cachero pues, pero los policías creo que sí, siempre bajan en grupos a ser
rondas, vigilias, pero que rondas, que vigilias, a eso de las cuatro de la
madrugada; aparecen aparentemente malos por sobornarlos desayunan su desfogue
entre el crepúsculo tibio y así son felices todos, tombos cacheros, políticos
libres y rateros y el pueblo ni que decir.
Vivo
por aquí desde hace tres años, también me doy algunas fumadas de vez en cuando
pero de las buenas, hay que delirar un rato entre las piedras flotantes y
bosque de estrellas amontonadas entre mi cama y el techo, soy un poco
romántico, la Godofreda cada vez que lavo mi ropa en la azotea siempre me para
diciendo y proclamando hijito cuando vas a dejar este barrio que está cada vez
más jodido, tu no perteneces aquí muchacho crespo, flaco, alto, ojos marrones,
los chicos son muy libertinos y ociosos te van a insinuar para que pruebes esas
sustancias extrañas y vas a tener problemas mentales, pero que conchuda doña
Godita, cree que no me doy cuenta, anoche no más la vi comprando tres
paquetillos al flaco Gorgi, en fin me gusta y me apacienta esta vida liberal,
sin riendas, sin permisos, se vive como quieres, nadie te controla, nadie te
reprocha, si me voy de aquí será cuando me aburra quizás, con mis 24 años estoy
más feliz que ninfómana grabando pornografía en vivo.
Me
he agripado, se me han tupido las fosas nasales y voy en búsqueda de un
analgésico, faltan dos cuadras para la botica Santa Lucia, no hay mucho tráfico
esta noche, está un poco silenciosa y tranquila, ya he dejado la Esquina del
puterio atrás, aquí los carros a esta hora vuelan a cien por hora, las
basurillas vuelan y las llantas queman rosando la autopista, claro parece vacío
las calles pero si una presa deambula los choros salen de los huecos como
ratas, como lagartos, caimanes, para descuartizarlo y robarle hasta el moco
seco de la nariz. Hay un grifo junto a Santa Lucia y en la entrada hay un grupo
de ¿Geys?, ¿son maricones?, está un poco oscuro, que hacen cabros y
arrepentidos por aquí, yo no los conozco, no hago amigas locas, haber… son como
cuatro o cinco, ¡ha! Son cinco. Hacen sonidos de golpes mis zapatos, parecen
palmadas y chasquidos en la pista, voy cruzando para Santa Lucía, esta botica
siempre para abierta en las noches entera como guardianas que nos cuidan del
mal, de las enfermedades y atiende la tía Fiorela, vende más de cien kilos de
preservativos por semana, de día está cerrada, claro quien tira de día con este
calor de mierda y son los condones y pastillas anticonceptivas que más se
venden por los mil burdeles que me rodean, además no tiene competencia, la Tía
Fiorela paga un cupo especial a los matones para que hagan abortar al instante
a la competencia antes de nacer, la vieja pendeja entonces hace su
monopolio con el prostíbulo La gata que está a espaldas de la casa donde vivo y
las putas de la calle Paramo Sainz, negocio redondo, sin agua no hay vida sin
sexo tampoco—así es la nota aquí—bueno si son cabros los que están ahí
cuchicheando, confirmado.
Hasta
la mano me suda, tanto guardarlo en el bolcillo, hay que tocar la ventanita de
botica, si no me curo voy a agonizar y más tarde el deber de trabajar me llama
y me exita, hay que tocarle el timbre mugroso de la Botica Santa lucia que de
Santa no tiene nada, una casa pintada de blanco en fachada, rejas típicas,
puerta rechinante al abrir, piso en loseta y mil medicamentos entre los
andamios con olor y aroma a hospital, alcohol, jeringas, pastillas, jarabes,
anestesia, aguja, etcétera. La tía Fiorela es una doctora de 38 o 39 años, es
una mujer con pelo ondeado y pecosa, tiene los pechos más grande que haya visto
en todo La Tablada, es soltera la tía—solterona diría yo—siempre la están
cortejando los basureros del barrio pero ninguno acierta, ninguno es el Becker,
ninguno es el quijote, todos están sedientos y hambrientos de esos senos
inmensos y pecosos, uno de estos días va caer entre los brazos de algún
vagabundo y morboso, mañoso de los tantos que llueven en su botica, Siempre
sonríe como que no sonríe, así siempre atiende a sus clientes, como quien
quiere, como quien no quiere, como dándole alas, como escupiéndole, ni tan
amargada, ni tan regalada, debe ser su secreto. ‘buenas señora Fiorela, me da
una pastilla para la gripe’, ‘inocente chibolo, pastillitas para la gripe
dices’ ‘algo muy fuerte y efectivo’ ‘¡carambas!, pobrecito caracho, estas
resfriadito o estas calientito como una tetera hirviente’, ¿Ya ven?, hace lo
mismo con todos, así los seduce hasta a los chibolos de quince y a la hora de
la hora ni moscas haciendo cosquillas, nadie puede con este caldo, con esa
pera, con este trasero redondo, esos senos relucientes ‘Hay tienes, son dos
soles no más’ ’ahí tiene gracias’, pero que coqueta la tía, con cara de puta,
con razón tiene rojitos a todo el mundo, ya estoy acostumbrado, yo no le hago
caso no más, o sí.
El
hippie Alberto es un extranjero, gringo, zapatonudo, ojos celestes, piel
delicado, flaco y maloliente, asqueroso, callado y flojo, él vive en el 5
de la casa donde vivo, es también otro fumon, es un fumadero la casa donde
vivo, pero los inquilinos siempre tienen algo especial, el Viejo Barbas,
Godofreda la dueña, y ahora este gringo hipie que llego hace 8 meses a al
barrio, su especialidad es la seducción, las colegialas terminan con él, es
adicto a sexo, siempre tenemos que escuchar ecos de su habitación temblorosa,
gemidos al cielo, congoja desesperada, palmadas o lapos, cama rechinante,
quejona, claro, hagamos el amor y no la guerra, hagamos el amor con jovencitas,
cuarentonas y viejas, esa es su especialidad. Parece que todos creen que yo soy
un joven pasivo, callado, humilde, timido, ayer me invito un almuerzo el hippie
Alberto y me dijo con su voz fuertona y arrastrada ‘yo te puedo conseguir una
muchacha buena ¡oh! Muy buena, carajo esta es la mejor vida del mundo, del
universo’ lo especial es que tiene un álbum viejo con pasta de delfín—en una
ocasión me la enseñó—todas las fotos son las chicas con quien ha hecho el amor
y no la guerra, morenas, rubia, feas, altas, bajitas, ancianas. Siempre para
alegre, es vacan, tiene química perfecta con todo el mundo, nadie le jode y
tampoco jode a nadie. Algo más, también quiere la florcita de la Godofreda.
La
calle esta vendada, las ventadas en los edificios están algunas prendidas y
otras apagadas, muchos están enredados entre sueños y algunos son insomnes y
siempre he dicho que este lugar es muy especial, aquí hay puterios de lujo, de
mala muerte, esquinas baratas, hospital, botica con una enfermera de pechos
inmensos, locos deambulantes, choritos tiernos, hippies en-regocijados, es
brillante esta noche como todas las noches, es como oir una melodía dulce al
compás de los grillos en el jardín, en las veredas rotas, en las ventanas
sucias con zumbidos de los sancudos angustiados, con el sonido de los autos
bala, entre un suspiro de miradas, entre putas en las esquina del Páramo Sainz
y Santa Lucia, entre el Flaco Gorgi y su mochila y el viejo impotente que saco
a patadas a su mujer y chanco la puerta de madera dando el golpe de furia,
basta y hasta el ‘aquí nomas’, basta mujer este mundo es el anticristo vivo; la
melodía sigue cautivo como la manzana que rebalsa en jugo cuando la muerdes,
fresca y helada, la nicotina agria, la melancolía viva, habitaciones inquietas,
habitaciones solas muy solas, amantes tercos, cuerpos desnudos, compañeras
dulces, tiernas, soledades rugientes. ¿No les he hablado de doña Gracia?, doña
gracia es buena, es sencilla, manos de pesebres finos, arrugados, ojos
infinitos, sonrisa imborrable, lagrimas tristes, bastón acurrucado en las
palmas cansadas, es doña Gracia. Termina la melodía tranquila, y de nuevo
en la esquina Paramo Sainz olor a sexo mojado.
Doña
Gracia me conto que está aquí desde hace quince años, junto mucho dinero que
por vieja me dijo que no vale la lujuria porque los años son pesados, su marido
murió cuando tenía cincuenta, llenaron un chancho de plata para que viajaran
don Mauricio y ella a una playa dorada en Carolina del Sur de Estados Unidos,
un lugar extraño que se llama Cypress Garden, con pasajes de plátanos muchos
plátanos, que fueron sueños rotos, Don Mauricio murió en una motocicleta, a los
cincuenta viajarían a ese rincón del mundo para morir abrazados, tenían mucho
dinero, jamás tuvieron hijos ni parientes, era estéril su viejo enchibolado,
Doña Gracia también consume drogas, no lo niega, gasta plata del chancho de
barro, tiene una guitarra vieja que aprendió a tocarla hace 4 años, ella dice
que Mauricio esta entre las cuerdas finas, con un poco de sal, limón y una
fumada intensa, aparece entre las sabanas grises o por la ventana que da a la
pared del otro edificio, Doña gracia no para de hablar, siempre está hablando
de su esposo fallecido, hay doña gracia, él ya está muerto, no, él no está
muerto, el mundo está muerto y fingimos ser felices para esconder la ignorancia
y las ganas de dormir que envuelve al ser humano. Pobre doña Gracia en las
noches de cuando en cuando toca la vieja guitarra y canta con la voz cansada y
gastada…
Continua…