Yo
la miraba desde sus espaldas y ella sentada miraba la ventana, el cielo y
la ciudad; quería tocarla o al menos hablarle y cuando supuse con mis ojos
cerrados que la besaba sobre un pantano de chocolate ahumado, escuche el
salpicado de unas olas al viento como las playas veranezcas de algún lugar
desolado.
Me
temblaba los hombros y se me encogía el alma, cuando abrí...
15 de julio de 2012
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