Casi siempre pierdo amigos, todos se me van y siempre es por mi memoria, porque se me olvidan sus nombres o las cosas que gentil o confidencialmente decidieron contarme, por ejemplo hoy en la tarde estaba leyendo el diario con una entretenida entrevista que le hicieron a Fernando de Szyszlo y de pronto alguien me toco el hombro diciéndome, hey Kenny soy yo. Ante esta situación siempre soy escurridizo, debe ser por la costumbre, de inmediato le pregunté cómo estaba, mostrándolo sorpresa y alegría de verlo.
Le pregunte como había estado, «La ultima vez que te vi parecías apurado» le dije, esta premisa siempre me saca de apuros, les pregunto a todos los que me agarran en asalto y no recuerdo sus nombres ni su rostro. Lo aprendí de los profesores de la universidad, están constantemente conociendo alumnos cada año que casi ya no hay más casilleros en sus cabezas para registrar a más estudiantes, y cuando les hablan optan por seguirlos la corriente hasta quedar bien con ellos y es aceptable porque tienen razón para justificarlo, quizá por la edad o por el cansancio, pero lo mío es vergonzoso, no encuentro alegatos para defender mi descuido ancianesco.
Tengo veintiuno, debería saber el nombre de toda mi familia, de mi banda favorita, de los profesores, de un equipo de fútbol, de mis vecinos, de los presidentes, de los congresistas, ministros y apenas sé las letras de cuatro canciones que siempre las canto incansablemente con la guitarra. Decir que ni siquiera sé el nombre de las comidas, solo como y me voy a cagar tranquilo y no es perturbador para nadie.
Lo cierto es que el tipo enantes en el parque—digo tipo porque no logre recordar su nombre, él lo notó y se despidió decepcionado, no merezco su amistad—respondió a mi pregunta del apurado: "Ah si, lo que pasa es que tenía que viajar", contestó, al inicio también con sorpresa y con afecto, parecía que me amaba, por eso hice hasta lo imposible por quedar bien con él.
Me contaba sobre su viaje hacia Tacna, dijo que estaba ya trabajando tiempo importando productos de Chile, también estaba tratando de explicarme el cambio de moneda y donde estaba la ganancia en este negocio, casi no le preste tanta atención, primero quería saber quien era, trataba de hallar pistas para recordar quien rayos era, él insistía en seguir relatándome como pasaban las aduanas en la frontera y yo le preguntaba como estaba su mamá, que recordaba de su secundaria, que hacia por el parque si acaso vivía por aquí, si alguna vez tuve una borrachera con él o que pasó, de donde nos conocemos y el continuaba contándome el magnifico precio de las tabletas en Arica.
Yo seguía absorbiendo todas lo que me decía, tanto que después de casi media hora se dio cuenta yo estaba en un estado automático, preguntándole como un entrevistador aburrido de televisión, buscando en mi biblioteca cerebral algo que tenga que ver con él. , «¿Entonces, como te gusta los negocios, pensaste estudiar administración?», le pegunté, queriendo saber al menos si lo conocía por esa ángulo y noto mi cara de enajenado, de hecho el rostro güevon que siempre se me sale cada vez que quedo desarmado listo para perder, pero seguí hasta el final, tratando de recuperar el hilo de confianza con la que me estaba contando sus cosas.
«Es interesante eso de las importaciones, ¿Cuánto me saldría un disco duro de afuera?», pregunté de inmediato y ya no quiso responder, tenia que irse o mejor dicho ya quería irse, tenía que optar por despedirme, típico: decir que se cuide, saludos a su familia, que me avise para cualquier cosa, estamos en contacto, que me deje su número de celular por facebook haber si por ahí lo busco. él dijo si, si, igual, adiós.
Es que estos casos me hacen pensar que siempre quedo como una pequeña isla abandonada en el medio del océano, alejado de las personas que me quieren o se interesan en mi amistad. Se me van porque olvide su cumpleaños o sus cosas, hasta su nombre, pues los pocos que ya me conocen me ayudan dándome pistas mas notorias para lograr descifrarlos y a los otros les llego un carajo y finalmente también me llegan un carajo porque ya es suficiente meter más datos a mi memoria que me vino con menos gigabytes.
Los problemas me ocupan mucho espacio en la cabeza y de vez en cuando hay que darnos un formato y borrar a todos de un porrazo si nada importa, sino, hay que seguir quejándonos de porque perdemos nuevos amigos, es común en los ancianos que te pregunten más de dos veces cualquier interrogante y siendo yo no muy viejo, sufro de esto y no es amnesia , sino, descuido, una distracción contante de las cosas. Que sea efímero.
Le pregunte como había estado, «La ultima vez que te vi parecías apurado» le dije, esta premisa siempre me saca de apuros, les pregunto a todos los que me agarran en asalto y no recuerdo sus nombres ni su rostro. Lo aprendí de los profesores de la universidad, están constantemente conociendo alumnos cada año que casi ya no hay más casilleros en sus cabezas para registrar a más estudiantes, y cuando les hablan optan por seguirlos la corriente hasta quedar bien con ellos y es aceptable porque tienen razón para justificarlo, quizá por la edad o por el cansancio, pero lo mío es vergonzoso, no encuentro alegatos para defender mi descuido ancianesco.
Tengo veintiuno, debería saber el nombre de toda mi familia, de mi banda favorita, de los profesores, de un equipo de fútbol, de mis vecinos, de los presidentes, de los congresistas, ministros y apenas sé las letras de cuatro canciones que siempre las canto incansablemente con la guitarra. Decir que ni siquiera sé el nombre de las comidas, solo como y me voy a cagar tranquilo y no es perturbador para nadie.
Lo cierto es que el tipo enantes en el parque—digo tipo porque no logre recordar su nombre, él lo notó y se despidió decepcionado, no merezco su amistad—respondió a mi pregunta del apurado: "Ah si, lo que pasa es que tenía que viajar", contestó, al inicio también con sorpresa y con afecto, parecía que me amaba, por eso hice hasta lo imposible por quedar bien con él.
Me contaba sobre su viaje hacia Tacna, dijo que estaba ya trabajando tiempo importando productos de Chile, también estaba tratando de explicarme el cambio de moneda y donde estaba la ganancia en este negocio, casi no le preste tanta atención, primero quería saber quien era, trataba de hallar pistas para recordar quien rayos era, él insistía en seguir relatándome como pasaban las aduanas en la frontera y yo le preguntaba como estaba su mamá, que recordaba de su secundaria, que hacia por el parque si acaso vivía por aquí, si alguna vez tuve una borrachera con él o que pasó, de donde nos conocemos y el continuaba contándome el magnifico precio de las tabletas en Arica.
Yo seguía absorbiendo todas lo que me decía, tanto que después de casi media hora se dio cuenta yo estaba en un estado automático, preguntándole como un entrevistador aburrido de televisión, buscando en mi biblioteca cerebral algo que tenga que ver con él. , «¿Entonces, como te gusta los negocios, pensaste estudiar administración?», le pegunté, queriendo saber al menos si lo conocía por esa ángulo y noto mi cara de enajenado, de hecho el rostro güevon que siempre se me sale cada vez que quedo desarmado listo para perder, pero seguí hasta el final, tratando de recuperar el hilo de confianza con la que me estaba contando sus cosas.
«Es interesante eso de las importaciones, ¿Cuánto me saldría un disco duro de afuera?», pregunté de inmediato y ya no quiso responder, tenia que irse o mejor dicho ya quería irse, tenía que optar por despedirme, típico: decir que se cuide, saludos a su familia, que me avise para cualquier cosa, estamos en contacto, que me deje su número de celular por facebook haber si por ahí lo busco. él dijo si, si, igual, adiós.
Es que estos casos me hacen pensar que siempre quedo como una pequeña isla abandonada en el medio del océano, alejado de las personas que me quieren o se interesan en mi amistad. Se me van porque olvide su cumpleaños o sus cosas, hasta su nombre, pues los pocos que ya me conocen me ayudan dándome pistas mas notorias para lograr descifrarlos y a los otros les llego un carajo y finalmente también me llegan un carajo porque ya es suficiente meter más datos a mi memoria que me vino con menos gigabytes.
Los problemas me ocupan mucho espacio en la cabeza y de vez en cuando hay que darnos un formato y borrar a todos de un porrazo si nada importa, sino, hay que seguir quejándonos de porque perdemos nuevos amigos, es común en los ancianos que te pregunten más de dos veces cualquier interrogante y siendo yo no muy viejo, sufro de esto y no es amnesia , sino, descuido, una distracción contante de las cosas. Que sea efímero.
Ica, Julio 2014